viernes, 26 de abril de 2013

Estoy leyendo a Kandinsky, apenas había nacido yo, cuando, en el año 52, a los  44 años, El escribía así:
 ¨...de esa época data mi costumbre de anotar pensamientos sueltos. Así escribí De lo espiritual en el arte casi sin darme cuenta. Las notas se fueron acumulando durante más de diez años. Una de mis primeras notas sobre la belleza cromática del cuadro dice: la riqueza cromática del cuadro ha de atraer con gran fuerza al espectador y al mismo tiempo ha esconder su contenido profundo. Me refería al contenido pictórico, pero no en su forma pura (como lo concibo ahora) sino a la emoción, o a las emociones del artista, expresadas pictóricamente. Por aquel tiempo me hacía aun la ilusión de que el espectador se enfrentaba al cuadro con el alma abierta y queriendo escuchar un lenguaje congenial. Existen espectadores así (no son una ilusión) pero son raros como granos de oro en la arena. Existen incluso espectadores que sin tener un contacto personal con el lenguaje del cuadro se entregan a él y reciben sus riquezas. Yo he encontrado personas así.

Las emociones que inspiraron en este paisaje, aun rondan por los alrededores de la laguna de Tota en Boyacá, (tal vez Cuitiva?). Está pintado en papel Fabriano Artístico de 300 gramos en medio pliego.

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